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Sumarle la feminidad

al tejido urbano

Es probable que al observar las nuevas edificaciones que extienden los paisajes arquitectónicos de ciudades como Bogotá, relacionemos las mismas con la imponencia y la modernidad de su apariencia externa, y tal vez logremos, si no acercarnos; al menos vincular dichos espacios con los referentes que tenemos en nuestro imaginario. ¿Acaso llenarnos de rascacielos no es lo que todos soñamos?, ¿o hay quienes buscan más bien un espacio incluyente, adaptado a las necesidades de las poblaciones vulnerables y que se integre armónicamente a la urbanidad posmoderna?

El hecho de que se haya creído que la mujer estaba relegada al hogar hizo que el espacio público se haya construido desde una perspectiva muy masculina: Gómez

Quién sabe, tal vez detrás de todas esas capas de ladrillo y cemento, aunque lo percibamos o no, existen significados, simbologías. Habitar una casa en un estrato medio alto es una experiencia totalmente distinta a lo que podemos encontrar en un estrato menor y esto no solo tiene que ver con los lujos, los acabados o las implicaciones netamente económicas, se refiere más a que no habitamos en espacios neutros y a que estos, aunque parecen estar muertos, dicen mucho de cómo entendemos la vida, porque por lo general, reproducen las ideas hegemónicas que dominan socialmente. Pero ese predominio hace que la atención se simplifique y con ello se reduzca la ciudadanía de una multiplicidad de habitantes a una masa unánime inmersa en la misma experiencia urbana.

De habitar a hábitat 

La ciudad como espacio no sólo mercantil, o sea, generadora y consumidora de bienes, tiene una implicación política importante como lugar para el ejercicio de derechos y desarrollo cotidiano y fue, precisamente desde este enfoque, que hace ya un poco más de 50 años Henri Lefebvre, sociólogo francés, escribió ‘El derecho a la ciudad’, reclamando otras necesidades aparte de las elementales que permitiera socializar e intercambiar de manera colectiva. Lo que él observa, en ese entonces, es que el fenómeno de la industrialización masifica la producción de mercancías y por consiguiente, cambia la perspectiva del valor de uso al valor de cambio y junto con los CIAM, (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), habían contribuido a la fragmentación de la vida en común, “al plantear la organización de la ciudad en funciones sociales compartimentadas: habitar, trabajar, consumir, educarse y distraerse”  ‘Lefebvre H. (1975).

Bajo esta conceptualización se reduce la experiencia urbana, deja atrás su componente de participación social y política para convertirse en una simple ocupación del espacio, sobre todo residencial, respondiendo únicamente a la necesidad de contar con un refugio, un lugar donde meter la cabeza.  

 

Se pintó un mural en la Universidad Nacional que dice “A las mujeres las borran de la historia como las borran de las paredes de la universidad” : Gómez

Buenos Aires o Ciudad de México, como cualquier metrópolis en Latinoamérica, son sólo referentes de cómo se siguen pensando las ciudades desde el gobierno y desde los planes de ordenamiento territorial que, en su búsqueda de generar ventajas competitivas que potencialicen la actividad económica, entretejen un relato de discriminación y segregación social. El crecimiento y desarrollo urbano produce la localización ventajosa de los grupos más acomodados en sectores de las ciudades con mayor cercanía y mejor acceso a los empleos y servicios, y mayor seguridad ciudadana, con mejores presupuestos y capacidades de los gobiernos, entre otras condiciones favorables que en tanto refuerzan su bienestar y reproducen su riqueza; como contrapartida, los grupos de nivel socioeconómico inferior tienden al deterioro de sus condiciones de vida ya desmedradas y la pobreza sigue extendiéndose (Pautassi L,2017, Las fisuras del patriarcado, reflexiones sobre feminismo y derecho). Por ejemplo, Bogotá tiene una gran oferta para el sector empresarial en la medida que responde a muchas de las facilidades que necesitan los hombres de negocios para invertir, concretar o desarrollar sus proyectos: hoteles, centros de reunión y movilidad pensada para distancias largas.

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Y digo hombres, porque desde las polis como primera forma de organización poblacional en un territorio particular, se han descrito lo que Olga Segovia y María Nieves en el capítulo I de ‘¿Quién cuida en la ciudad? Aportes para políticas urbanas de igualdad’ denominan destinos espaciales, que además de espaciales son sexuados porque responden a la lógica de los roles impuestos históricamente tanto a hombres como a mujeres. Ya que “la conquista de tierras prometidas, discusiones y discursos en la plaza pública, el espacio de la guerra y la apropiación, para algunos. La pertenencia y el cuidado del hogar, la crianza de los hijos, lo reservado y lo pequeño, para otras” (Segovia O. y Nieves M., 1992, pp. 89-90). Esto ha llevado a que, por ejemplo, las calles en general, y sobre todo las de vías principales, no están construidas para el peatón sino para beneficiar a aquellos que realizan desplazamientos lejanos con fines laborales y no se responde a recorridos secundarios más poligonales a diversas horas, como los que tienen que hacer las mujeres cabeza de hogar para llevar al jardín a sus hijos, y luego, ir a su trabajo. 

 

Las ciudades mayoritariamente responden a una lógica masculina y se adaptan a ese perfil de hombre de clase dominante que tiene resuelta la vida reproductiva y cuenta con todas sus capacidades físicas para desarrollar su vida libremente, mientras que  la mujer, como a otros grupos minoritarios, se les ha impuesto un papel subordinado que se puede evidenciar, por ilustrar un caso, en la ausencia de lo femenino en nombres de calles, lugares públicos o esculturas. Martha Morgana del colectivo ‘No me calles’ piensa que “se ha perdido de cierto modo la consciencia de ciudad, de que la ciudad nos pertenece, a las personas y no a los vehículos, retomar esa idea de que la ciudad es nuestra”. 

¿Se están creando ciudades para mujeres?

Con la globalización creemos que somos individuos autónomos capaces de desarrollar la vida por sí mismos, pero esto no es más que un discurso que luego de repetirse unas cuantas, muchas veces, termina aceptándose como verdad. ¿Somos o podemos ser realmente independientes? 

 

Partiendo de este tipo de cuestionamientos, el urbanismo feminista nace como propuesta que no se trata, únicamente, de hacer buses para mujeres, más bien quiere decir que según Zaida Muxi, profesora e investigadora de arquitectura de ciudad, vivienda y, géneros y feminismo de Buenos Aires, “pensar en todas las personas, poner los cuidados en el centro de las necesidades urbanas  que tenga en cuenta las diferencias de clase, edad, etcétera, sin que por ello signifique desigualdades”. Por el contrario, busca generar un ambiente equitativo e incluyente desde el reconocimiento de la diferencia. Y es que hace contrapeso a una necesidad desatendida: aunque se supone que el urbanismo se ocupa de la planificación del territorio, de un refugio y unas condiciones óptimas para la vida, tiene también unas implicaciones que, como menciona Mauricio Moreno, arquitecto Universidad Piloto de Colombia y máster en planeación urbana regional de la Universidad Pontificia Javeriana, planeación urbana regional, se abordan, en teoría, desde el perfil del usuario —a quién va dirigido el proyecto—. Para pasar a determinar sus requerimientos particulares. No obstante, en la práctica, su aplicación aparte de compleja, se está pasando por alto.

Pensar en todas las personas, poner los cuidados en el centro de las necesidades urbanas  que tenga en cuenta las diferencias de clase, edad, etcétera, sin que por ello signifique desigualdades: Muxi

Es aquí donde la participación de colectivos y organizaciones de mujeres, sobre todo feministas, como ‘Punt6’ de Barcelona, ‘Un día/Una arquitecta’ en representación de distintos países iberoamericanos y ‘Estamos listas’ de Colombia, han constituido un aporte valioso en la intervención de políticas, programas y proyectos en pro de la igualdad de género desde lugares de participación social y política, emprendimiento, capacitación laboral y seguridad en el espacio público. (CEPAL, 2017)

Crear ciudades incluyentes: una apuesta mundial

¿Qué significa el urbanismo feminista?

Parte de preguntarse quién construye, mejor dicho, a quién se le está dando la capacidad de construir y producir ciudad, como explica  Sergio Gómez, estudiante de octavo semestre de arquitectura de la Universidad Nacional y además integrante de los colectivos ‘Brujas: la banda feminista' y ‘Acción Libertaria Estudiantil’, en  Bogotá, gran parte de quién produce ciudad son las constructoras y éstas piensan desde sus intereses económicos y no desde una mentalidad incluyente y/o benéfica para todas las realidades que habitan sus espacios.

 

En términos generales se trata de la construcción o adecuación del tejido urbano para que funcione de manera más orgánica y colaborativa para todos, incluyendo a la ciudadanía diferenciada, que como explica Frank Molano Camargo (2009) en ‘El derecho a la ciudad: de Henri Lefebvre a los análisis sobre la ciudad capitalista contemporánea’, está compuesta por tres grupos discriminados: grupos desfavorecidos, requieren derechos especiales de representación con alcance temporal, como los pobres o los ancianos; los grupos inmigrantes y religiosos que demandan derechos multiculturales y de forma permanente para que se reconozca su identidad; minorías nacionales, comunidades que luchan por derechos de autogobierno permanentemente como los grupos indígenas. Para responder a esta diversidad el planteamiento urbanístico se basa principalmente en cuatro principios: caminabilidad, espacios de equipamiento, cuidado y autonomía. 

 

Primero, la caminabilidad se trata de concebir la ciudad desde las personas y en esa medida desde el uso del medio físico para los desplazamientos como primer punto, y de ahí para adelante el espectro se va  ampliando hacia el transporte público, y posteriormente, al vehículo privado con el objetivo de construir un tejido urbano de distancias cortas.

Dejar atrás la zonificación por funciones, la dicotomía producción-reproducción y poder así domesticar todos los espacios, o hacer domésticos todos los espacios que usamos y vivimos: Bofill

Imaginar una urbe feminista

Segundo, los espacios de equipamiento, entendidos como espacios públicos destinados a actividades complementarias a la vivienda y al trabajo que brindan a la población servicios de bienestar social y apoyo a actividades culturales, recreativas, económicas y sociales —por ejemplo, parques, zonas comerciales, centros de salud—,  responden a la lógica de diversificar los espacios y de alguna forma unir la sociedad en vez de jerarquizarla en ámbitos separados. Dejar atrás la zonificación por funciones, la dicotomía producción-reproducción y poder así “domesticar todos los espacios, o hacer domésticos todos los espacios que usamos y vivimos”. (Bofill, 2006, p.211) 

 

Tercero, cuidado entendido como una corresponsabilidad de generar un ambiente seguro en el que, si se llega a presentar una situación, se acuda a la persona que lo necesite. Se trata de, además de reconocer al otro, asumirlo como valioso. 

 

Y por último, el cuarto punto es la autonomía, tener facilidades para la vida cotidiana libre, que sin importar quién sea la persona pueda valerse por sí mismo gracias a que el entorno es cómodo ya que le brinda la independencia de tomar decisiones y empoderarse de su vida.

Para mirar hacia el futuro hay que evaluar la realidad

Nuestras sociedades son machistas y en primer lugar, se necesita construir un modelo alternativo que se responsabilice de las distintas demandas de los habitantes y que no sólo considere a los trabajadores remunerados y productivos. Una sociedad que, como propone Zaida Muxi, piense de igual forma en la resolución de los problemas de escala cotidiana y pequeña y que muchas veces no es necesario algo más nuevo, algo más grande, algo más caro para atenderlos. Que sus proyectos estén en relación real a la población y no sean capricho ni del responsable político ni del responsable técnico: el presidente, el alcalde, el arquitecto o el diseñador urbano, entre otros actores inscritos, además que, este personal esté capacitado para responder efectivamente a la pluralidad.

 

 Hablando del caso particular de Colombia, se necesita en principio estudiar la teoría y avanzar académicamente para pensar intervenciones realmente acertadas y consecuentes con las realidades del país.


Y es que una ciudad fragmentada, desconectada y con periferias desprovistas de servicios urbanos ocasiona graves problemas con respecto a la construcción identitaria a partir del territorio, hace que las personas desfavorecidas —que son mayoría— no se sientan seguras ni a gusto con el entorno en el que se mueven ni con las prácticas que tienen que adoptar —no por gusto sino para responder a las dinámicas impuestas—.

No somos invisibles: casos de acoso

El urbanismo feminista tiene una extensa lista de posibilidades de intervención o adaptación urbana dentro de las que el espacio público es un potente indicador de la calidad de vida en las ciudades. Si en su ejercicio de evaluación del terreno la percepción que concluye es de inseguridad y abandono del espacio público, significa que esa locación ha pasado de ser un lugar a un no-lugar, porque es una zona de miedo por la que las personas simplemente deben transitar y no significa un espacio para expresarse e intercambiarse libremente (Segovia O.y Nieves M., 2009, pág. 150). 

 

Se trata, en últimas, de tomar lo que es nuestro, apropiarnos de los espacios que se nos han negado y empezar a formarse para intervenir en lo que nos sea posible desde nuestro lugar en la sociedad, y por supuesto: en la ciudad. 

 

Pese a que se necesitan políticos y actores con poder de decisión que crean que esta igualdad está faltando, y convenir los medios para trabajarlo, también se necesita de una ciudadanía que lo reclame y de personal técnico capacitado que logre materializar las intenciones de esta teoría, así como generar lazos entre las distintas posiciones para la formación y discusión sobre qué sería mejor para las ciudades.

Referencias

  1. CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), (2017). Estrategia de Montevideo para la Implementación. Agenda Regional de Género en el Marco del Desarrollo Sostenible hacia 2030. Montevideo, Uruguay.

  2. De Gougues, O., (1789). Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana. Revista de la historia de la educación latinoamericana, núm. 13, pp. 267-279. Boyacá, Colombia. 

  3. Gutiérrez, B., Ciocoletto, A., Ortiz, S., Casanovas, R & Fonseca, M., (2017). Entornos habitables. Cataluña, España: Col·lectiu Punt 6. 

  4. Lefebvre, H. (1975). El derecho a la ciudad. (Ed. 3a). Barcelona: España: Península. 

  5. Molano, F., (2016). El derecho a la ciudad: de Henri Lefebvre a los análisis sobre la ciudad capitalista contemporánea. Revista Folios, núm. 44, pp. 3-19.

  6. Pautassi, L., (2000). Igualdad de derechos y desigualdades de oportunidades: ciudadanía, derechos sociales y género en América Latina. En Las fisuras del patriarcado, reflexiones sobre feminismo y derecho (pp. 65-90). Quito, Ecuador: FLACSO.  

  7. Segovia, O. (2000). Espacios públicos en la ciudad y el barrio. En  Segovia, O. y Dascal, G. (eds.), Espacio público, participación y ciudadanía. Santiago, Chile: Ediciones SUR.

  8.  Segovia, O. (2009). Convivencia en la diversidad: una mirada de género al espacio público. En Falú, A. (ed.), Mujeres en la ciudad. De violencias y derechos. Santiago, Chile: SUR.

  9.  Segovia, O y Rico, M (2017). ¿Cómo vivimos la ciudad? Hacia un nuevo paradigma urbano para la igualdad de género. En Segovia, O y Rico, M. (Ed.), ¿Quién cuida en la ciudad? Aportes para políticas urbanas de igualdad (pp. 41-65). Santiago, Chile: Cepal.

Entrevistas

  1.  Sergio Gómez, estudiante arquitectura Nacional, feminista integrante dos colectivos.

  2. Zaida Muxi Martínez, profesora de arquitectura de ciudad, vivienda y, géneros y feminismo. Buenos Aires. Co-fundadora de los colectivos ‘Punt6’ y ‘Un día/ Una Arquitecta’.  

  3. Mauricio Moreno, arquitecto y profesor de la universidad Piloto de Colombia, Maestría en la Universidad Pontificia Javeriana en planeación urbana regional, actualmente hace estudios de doctorado en la universidad Autónoma de Barcelona en Geografía. 

  4. Martha Morgana , arquitecta y una de las integrantes del colectivo ‘No me calles’.

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